que no y en ese punto quedó colgada nuestra conversación. Me apeé del coche e hice andando el último tramo del recorrido hasta el aeropuerto, al que llegué al mismo tiempo que un autocar del que bajó un enjambre de turistas. Guiandome por una serie de flechas y letreros di con la terminal del Puente Aéreo, donde evacué los trámites prescritos para subir al avión, dejando en todo momento bien sentada mi condición de paleto. Rugían los motores cuando abordé el aparato inmerso