imperiosos atravesando el corredor. Miguel volvió la cabeza justo a tiempo para ver llegar a su abuelo altísimo, a su abuelo admirable, inmenso dentro de su capa antigua. Le vio detenerse un instante en el centro del dormitorio y observar con desconfianza al médico y a la abuela. Exclamó ¡no les dejes, por favor! y el abuelo se acercó a él, extendió una mano, a la que el niño se agarró con fuerza, y se volvió de nuevo