miró con desprecio, emitió una triunfal blasfemia, ¡me cago en dios!, y sonrió feliz a su abuelo, que había empezado a reír ruidosamente. ¡Aquel abuelo heroico y gigantesco, aquel aventurero inmenso! 3 El indígena observaba la cámara con expresión perpleja. Mantenía los brazos algo separados del cuerpo semidesnudo, como si no supiera qué hacer con ellos. La fotografía era en color, y bajo sus pies descalzos un triángulo irregular de tierra rojiza se distinguía confusamente de