Agárrate a una tabla y sal a flote. Estás a tiempo de dar un giro a tu vida. Abandona esa mezcla de lujo y mala conciencia en la que te debates. Acércate a la vida de tus hijos. Observalos, ayudalos... No sé qué decirte. Pero no me escribas. Ése puede ser el comienzo de la verdadera lucidez. Un beso, Annick. II Le estallaba la cabeza. Una náusea infinita le revolvía el estómago.