lleva al baño, le desabotona las dichosas bolitas de las calzas, le baja las braguitas y le sostiene de pie. Hortensia le ha seguido calladamente y le contempla sin ser vista, volviendo a su butaca antes de que el viejo regrese, orgulloso: -Mea ya como un hombre, ¿verdad, Brunettino? Tiene un chorro... El niño ha vuelto a sus juegos. Durante unos momentos sólo se oye, como castañuelas, el golpeteo de las fichas. -¿