selo petrificada en la que estaba tomando parte, David alargó la mano hacia su copa y la acercó a los labios. El champán, templado y ácido, le dio náuseas. Se levantó y fue hacia el cuarto de baño. Cuando regresó, desde la puerta vio a los dos en la misma actitud en que los había dejado. Sus perfiles destacaban sobre el encaje gastado de los visillos, uno enfrente del otro y la mesa vestida de hilo en medio, los