Los niños regresaron y era de noche. Pasaban por encima de los adultos desmoronados y se dirigieron a las escaleras sin mirar atrás. Cuando alcanzaban el último tramo, se abrió una puerta arriba y pude ver que de una habitación salía la madre con un invitado aferrado a su cintura. Los niños rieron y dijeron: «Buenas noches, mamá.» Ella no los veía ni oyó sus palabras. Le brillaban los ojos y bajó las escaleras sujetandose al pasamanos, siempre