. Pero también debía ceder, reconocer la fuerza de los argumentos del padre. El microscopio era un gran regalo. --Me gusta el microscopio, papá, de verdad..., y si la abuela... David sintió que la calma regresaba. El juego y las vacaciones y la libertad estaban salvados. CAPITULO SEGUNDO I Nueva York, diciembre 1958 Querido David: