sus obras... Ella lo había mirado con sus ojos sin sombras y había asegurado: «Me gusta mucho.» Lo había colocado sobre un mueble y le había invitado a una copa para pedirle luego: «¿Te importa acompañarme?», y él la había seguido con la copa servida en una mano; la había acompañado hasta el rincón del parque en que se ocultaba la piscina, protegida por la barrera de chopos amarillos. Genoveva se había sentado en