los cabeza y me preguntó de nuevo: "¿Por qué no pone usted el samovar sobre la estufa?" Le dije que había perdido la costumbre. "¿No tiene usted té?" "No." Entonces salió y regresó con una caja de aluminio comprada en la Rue Darru y ordenó: "Ahora vamos a tomar té." Tiene una manera afectuosa y brusca de hacer las cosas y nada puedo tomarle a mal, ni siquiera cuando se detiene