uno de sus cigarrillos y encenderlo. Fumaba cada vez más y nadie en la casa se atrevía a decirle que aquello era impropio de una mujer y más aún de una criada, como sin duda estaban pensando. Por las noches daba largos paseos por el jardín.Yoobservabaconatenciónlassombrasquelarodeaban. Nada se movía junto a ella. Nadie la miraba desde la cancela. Y, sin embargo, cuando ella desaparecía, en la soledad de mi dormitorio y desde aquel perfecto