miraban con dulce angustia hacia otro lado. Eran los ojos de Francesca preludiando ya su futuro mal. Los ojos que luego se hundieron exageradamente cuando ellos se separaron, cuando la llevaron de su lado. Los ojos, en cualquier caso, que ella tenía cuando la perdió. Janocolocóunosinstanteslafotografíaenlapequeña estantería, al lado de unos libros. Y notaba cómo podía más la obsesión que la fotografía le producía que la dulzura del tiempo que representaba,