sus piernas temblorosas. Estuvo a punto de echar a correr cuando su mente reprodujo con enfermizo verismo el chirrido de los goznes y el inmediato halo de luz triangular arrojado sobre la acera iluminando sus zapatos espantados (y las voces: ¡Ahí va! ¡Es él!) peroescapóasusimaginacionesredoblandoel paso. Estaba convencido de haber tomado la dirección correcta y mientras intentaba acopiar calma pensó que la incomodidad que le penetraba era más propia del durmiente soñando su sueño