Ayudame --me gritó--, que lo que quieren es comerse las tripas. Los encerramos con candado en las pesebreras. Plácida Linero ordenó más tarde que los llevaran a algún lugar apartado hasta después del entierro. Pero haciaelmediodía,nadiesupocómo,seescaparon de donde estaban e irrumpieron enloquecidos en la casa. Plácida Linero, por una vez, perdió los estribos. --¡Estos perros de mierda! --gritó--. ¡Que los