escena de que había sido testigo en aquel anochecer en que regresaba a pie del pueblo, tras su entrevista con Betina, cuando había sorprendido a Adriana y a Marescu, que salían abrazados del bosque. En los días siguientes --aunque ellos se esforzaban enguardarlasapariencias--pudoobservar cómo siguieron flirteando. Volvió a extrañarse de aquella relación sentimental entre dos seres ideológicamente tan distintos. Una revolucionaria que detestaba a Occidente y un semifugitivo del Este, apasionado por la sociedad