con lentitud: a veces frenan y se detienen a mirar el baldaquín y los solemnes dignatarios del estrado, hasta que algún impaciente, asomado a la ventanilla, les obliga a arrancar a gritos, con contundentes y expresivos cortes de mangas. En el lado del Rex, los papanatas observanelpanoramaconindiferenciaycuriosidad: ni el barrendero negro ni el modesto y bovino matrimonio portugués ni la muchacha del pelo teñido de alheña ni el seudo hippy californiano que flanquean a nuestro