que navegaban como en sueños. La rutina --escribió años más tarde un autor-- es el monstruo de cien cabezas de los colegios femeninos. Se arrastran unos principios muy apañaditos, muy ortodoxos, pero que, como Clavileño, notienenfuerzaparadespegar...(Estoscolegios)observan lo que podríamos llamar la estática de la enseñanza, que en torre de marfil prefabrica buenas pero no elásticas maneras; o, si queréis, la enseñanza de invernadero. Y dentro del