ocultos tras un banco de piedra al otro lado del sendero (ya Raquel había tenido tiempo de alcanzar la salida a la calle iluminada), y los buscó en las sombras gritando, entre quejoso y vencedor: --¡No hay derecho, lo habéis estropeado! No había niempezadoyyavosotros... Luego se reintegraron al paseo entre risas y gritos, y mientras avanzaban a empujones, apoyados unos en otros, disfrazando con su acometida de rebaño su debilidad de