; la máquina de la risa, la del amor, la de la música. En seguida un hombre empezó a cantar. Se le unió una mujer. Cantaban canciones del Oeste, sentados en una mesa, se pasaban el brazo por loshombrosysonreían.Lafiestahabíaempezadotemprano, y por la fachada de cristal del salón se filtraba una luz verde, el resplandor del bosque que rodea la casa. Un bosque exuberante, aparentemente impenetrable, pero que acoge