ése es otro cantar. ¡La Madonna nos libre!» De pronto le divierte al viejo recordar la cara que puso Anunziata cuando arreglaban al niño para salir de paseo: ¡qué sorpresa la suya al verle abrochar el vestidito sin dificultad! Nadie sospecha cuánto ejercicio lehacostadoporlasnoches.Sí,aúnsoncapaces de aprender sus dedos; aún no se le han oxidado las coyunturas... Contempla sus manos aferradas a la barra de la sillita como a un timón: recias, abultadas de