doce páginas en blanco y luego las rellenaría con ilustraciones del León de Fuego, la Serpiente de la Muerte y otras fieras selváticas. Cuando hubiera terminado el primer ejemplar, haría otro y después otro y otro, todos iguales. Haría porlomenosdoscientosypodríavenderlosoregalarlos. En toda una mañana sólo consiguió terminar una página. La miró desalentado: no se veían más que tachaduras y correcciones, los márgenes eran irregulares, una esquina del papel se