una revisión minuciosa del dormitorio y cerraba la puerta. Eran los momentos en que más miedo sentía: si Storitz quería acabar con él (era el único de la casa que podía delatarle), nada impediría que lo hiciera aprovechando la indefensión del sueño. No había manera deescaparasuconstanteamenaza. Una de esas tardes fue Agus a visitarle y Miguel no interrumpió su lectura ni para saludarle. Cuando aquél propuso que le contara alguna aventura de Tintín