¡Doblones de a ocho! No eran doblones de a ocho las dos piezas que Miguel contemplaba con veneración y asombro, sino dos grandes y pesadas monedas conmemorativas, una de las Cortes de 1858 y la otra de la inauguración del ferrocarril de Canfranc en 1882. Pero él las observabamaravillado,repitiendoconlentituddoblones de a ocho, doblones de a ocho. Si quería que fueran suyas, tendría que hacer lo que la abuela le dijera. Buscó en su bolso y de él