a usted no le debo nada. --Sus palabras prueban lo contrario. --¿Se puede saber por qué? --Recuerdo, patente, lo que me dijo en aquel magnífico salón de baile: que si yo creía que iba a convertirlo enunhombremalo,meequivocaba.Suspalabras prueban que, por lo menos, lo convertí en un ingrato. Vengo a cobrar. --No tengo nada que pagarle. A mí me rejuveneció el doctor Sepúlveda