le ignoraría. Y, además, ¿a dónde iba a ir? Estaba tan atrapado que sonrió entre dientes, detenido bajo una de las acacias de la Avenida, también desierta; aquella maldita noche ni los borrachos se animaban a dar la cara. Repentinamenteturbado,echóaandarcon paso enérgico. Trataba de ahogar el peligroso acceso de llanto que le amenazaba y a cuya compasión le angustiaba ceder. De pronto, de modo inesperado, la decisión de sus pasos