puerta. Entraron una muchacha vestida de dama antigua, con miriñaque, un «noble» y un «turco»; divertidos con la conversación, se demoraban en la puerta entreabierta. --Esta corriente de aire no me gusta --dije--. Cambiemos de mesa. Nosmudamosaunadelfondo.Enseguidatomaron nuestro pedido: para mí un strega, para Massey un café y los chocolates. Casi no hablamos, como si hubiera un solo tema y estuviera vedado. En el momento