río, pescar, bañarse, hacer carreras con los otros, entrenarme para la Vuelta a España. Pero no podía hablar. A pesar suyo, sintió que las lágrimas corrían por sus mejillas. Rabioso y despreciandose, las limpió con la mano. Elpadreleobservabaensilencio,ycuandohabló,su voz sonaba distante y áspera, y en modo alguno convencida. --Está bien. Lo siento. El microscopio está ya encargado y pagado. Los tiempos son duros para todos y yo