--Tú siéntate a mi lado --dijo Genoveva. La mesa era larga, rectangular, y Genoveva se había sentado en uno de los extremos. Señalaba a su derecha con impaciencia, y Julián se apresuró a aceptar. --Tú, Rafael, ahí enfrente. Elchicoobedeció,yJuliántuvolaimpresióndeque ocupaba quizá por primera vez lo que parecía ser la cabecera de la mesa, el lugar del padre. María y el pequeño no fueron advertidos, «porque --pensó Julián--