un testamento. Y un juego. La pelota que nos lanzamos y nos devolvemos apenas rozada con el único fin de recibirla en seguida. Un juego compulsivo y angustioso al que Julián nunca hubiera jugado. Él sí sabe dónde está. Entonces, cuando éramos muy jóvenes,élregresabayadelentusiasmoylainocencia que me hacían creer en proyectos brillantes. Tampoco tenía la ambición, el deseo de habitar el mundo de los fuertes como tú. Quizá porque él había tenido siempre