pocas cosas. Eso sí, hay que saberlas muy bien sabidas para no fallar nunca. ¡ Nunca! » El viejo estira el cuello y mira dentro de la cuna. El niño se ha movido en su sueño. «Meescuchas,claro...Bueno,puesyoaprendí el habla de la casa; miento, las hablas, pues cada parte tenía su lengua... Mira, de pronto sonaba la escalera, chas-chas, uno tras otro sus peldaños, el penúltimo