extrañamente humana y había repetido con perfecta pronunciación: «¡Doblones de a ocho! ¡Doblones de a ocho!». Miguel estaba maravillado con su animalito y había llegado a pensar que podía tratarse del Capitán Flint de la novela. En caso contrario, ¿dónde habría aprendidoesafrase? En una ocasión, hacia la medianoche, Miguel se levantó de la cama y fue a la cocina a beber un vaso de agua, se moría de sed. La luz de la cocina estaba