un taburete giratorio y me puse a mover ruedecitas, a tocar clavijas y a meter alambres en todos los agujeros que no estaban ocupados. La Emilia me miraba hacer como esperando que yo dijese algo. --No se me pasa por alto --peroré, pues-- que hasonadolahorafatídicademirarhaciaatráscon la serena lucidez del que sabe que va a caer el telón y que, a poco que remolonee, no tendrá que hacer balance. No diré que dejo este mundo sin pena; entre