mañana, muy temprano, fuiste tú precisamente quien descubrió a aquella mujer que yo también aborrecía. Aún dormía, a pesar de la luz del día, tumbada en la cuneta, al borde de la carretera, frente a la casaysujetandosumaletaconunamano.Túregresaste enfurecido, gritando por toda la casa. Ella se quedó entre nosotros. Esta vez venía silenciosa y taciturna y creo que se negaba a rezar por ti. Había adelgazado y sus ojos se