unos días con tía Delia, en tu ciudad. Ella accedió. Josefa se quedaba sola en nuestra casa. Yo me volví sorda y ciega ante ella. Había retirado tus fotografías, y la sorprendí cuando se las entregaba a mamá, aconsejandole condurezaquelasrompierayempezaraunavida nueva. Mamá la obedeció. Estaba enloquecida y lloraba desesperada, sin advertir mi presencia. Por primera vez comprendí que su sufrimiento también había sido desmesurado. Me acerqué a ella