Y decidí bajar a invitarle. Supe que era un señorito, un señorito fino, ¿entendéis?, un auténtico señorito de buena familia, en cuanto le pude contemplar a la luz, de cerca. La otra noche, perdoname, a oscuras y con todo aquel barullo, te confundí con un perjudicao. JUAN.- (A Miguel, un poco avergonzado.) ¿Por qué no me... avisaste de todo esto? MIGUEL.- ¿A qué