la. En aquellos momentos ofrecía el aspecto de una mujer extremadamente frágil. Su mirada se perdía sin aliento en lo único que tenía enfrente, el hueco de la escalera que conducía a la torre. Las dos mujeres la rodearon entonces, moviendose en torno a ella como si fueran movidas por un mismo resorte. La acosaban con preguntas incomprensibles para mí y creo que también para ella, quien se limitaba a soportarlas sin responder con el menor gesto ni en su rostro