intensamente desde lejos. Yo sólo podía verle a él, como si, en aquellos momentos, fuera la única imagen de la noche. Estaba en la cancela, pero esta vez no tras ella, sino delante, y se movía de manera casi imperceptible, avanzando lentamente hacia mí. Pude ver con toda claridad los rasgos de su cara y su mirada feroz clavada en mis ojos. Era el horror mismo que se asomaba a este mundo a través de un rostro humano