sola en nuestra casa. Yo me volví sorda y ciega ante ella. Había retirado tus fotografías, y la sorprendí cuando se las entregaba a mamá, aconsejandole con dureza que las rompiera y empezara una vida nueva. Mamá la obedeció. Estaba enloquecida y lloraba desesperada, sin advertir mi presencia. Por primera vez comprendí que su sufrimiento también había sido desmesurado. Me acerqué a ella, que me abrazó mientras su llanto se hacía más y más violento. Y, como