mele había resuelto contarle la verdad a su madre para librarse de aquel martirio, cuando sus dos únicas confidentes, que la ayudaban a hacer flores de trapo junto a la ventana, la disuadieron de su buena intención. "Les obedecí a ciegas --me dijo-- porque me habían hecho creer que eran expertas en chanchullos de hombres." Le aseguraron que casi todas las mujeres perdían la virginidad en accidentes de la infancia.