. Y, sin embargo, me encontré tan abandonada aquella noche. Nunca olvidaré la impenetrable oscuridad que envolvía la casa cuando tú desapareciste. Yo tenía quince años, y miraba a través de los cristales de mi ventana. Nada se movía en el exterior y, desde aquella quietud desesperante, escuchaba el sonido de la lluvia y la voz de Josefa a mis espaldas, tras la puerta entornada de mi habitación: "No, Teresa, el llanto no conduce a nada en