le su propia hacienda y se reciclan en su seno, sino las que, procedentes de instancias irreductiblemente trascendentes y heterónomas a toda posible institución, la mantienen perpetua y renovadamente expuesta a entrar en contradicción consigo misma, como son las que se enfrentan a prácticas de estado cuya renuncia podría comprometer -y no hace el caso si por vías de realidad o por vías de creencia e ideología- al menos la apariencia de un buen funcionamiento, las que, en una palabra, esgrimen