de un periodista sobre si pensaba parlamentar con la guerrilla contestó sin vacilar que no, y añadió de manera taxativa: "Quien negocia pierde". Así, el actual criterio de medida para evaluar la calidad de un diplomático se ha desplazado hacia el desiderátum del "negociador duro y correoso", mientras que la figura del diplomático hábil y astuto -tan alabada antaño, por ejemplo, en el modelo del suave y paciente conde de Cavour- ha quedado obsoleta y devaluada.