le lo dejé, disfrazado de mí, inerme y desprevenido; que no en vano nos habíamos trincado a medias una botella de Pepsi-Cola. Pero casi más que su deplorable defunción lamentaba yo que ésta hubiera sido inútil, ya que, o andaba yo muy errado, o los que lo habían muerto no tardarían en darse cuenta de su equivocación y en tratar por todos los medios de corregirla, perspectiva esta que, como es de suponer, no me producía el menor