senos conclusión de que habíamos sido víctimas de una engañifa. Supe, no obstante, anteponer a mi lógica furia el frío cálculo que siempre me ha distinguido y empecé a preguntarme qué habría detrás de tan vil ardid. De inmediato acudió a mi mente la imagen del maletín lleno de dinero, imagen que, por lo demás, no me resultó difícil evocar, pues había estado deleitándome con ella en mis horas de insomnio, que con los años y los