la propuesta, no tanto, sospecho, por convicción como por verse libre de mi presencia y, sin agregar más, volvimos a la capilla, saqué los dos cirios de los candelabros, los encendí con la lámpara votiva que ardía frente al sagrario, le di uno a ella y me quedé con el otro yo. --Tú busca --le dije-- por la cocina, la alacena y el cuarto de plancha, si lo hubiere. Yo, prevaliéndome de mi