la nacionalidad de cada atleta. Jamás habría aceptado ni podido el público, no digo, por supuesto, suprimir toda clase de identificación agonística con los actuantes, sino ni tan siquiera sustituir con otras vías de identificación colectiva la que se mueve por la línea de las identidades nacionales. El público, a lo que va a las olimpiadas -¡y no digamos a un torneo de fútbol!- es a lograr en la actuación de sus atletas una victoria nacional.