Aquéllas fueron sin duda las jornadas más altas y más equilibradas de nuestro amor. Todo era sueño asumido, sueño apurado. Y sueño que, al mismo tiempo, se vivía. Cuando voces y músicas cesaban, la realidad no lograba herirnos. Cuando en el entreacto (y a pesar de la ligera neblina) nos asomábamos a la terraza de la Scala, sólo veíamos un mundo como el del escenario: irreal, petrificado. No herían las piedras del palazzo Marino,
CAR:096.18
HERIR - Dañar con un golpe o corte (por ext., se aplica también al ánimo o a los sentimientos de alguien)