horror de aquellos dos terribles signos --la Danza, el teatro-- siguieron provocando en mí nuevas alucinaciones. Y tu recuerdo, Francesca, el recuerdo de tu ruina --la ruina de tu voz, la ruina de tu cuerpo-- giraba en aquel torbellino, en aquella danza macabra. Afortunadamente la luz vino a mi encuentro una madrugada. Tuve aquella aparición feliz en el paseo de las murallas de Monteoscuro. Me encontré con aquella joven o ángel que tanto se parecía a ti