se habia ceñido a deplorar de manera radical, la situación de los jóvenes artistas en su país; había criticado con firmeza los cerrados comités y asociaciones de escritores y de artistas que controlaban férreamente ediciones y exposiciones --toda vocación naciente-- cerrando el paso a cualquier iniciativa artística en libertad. Marescu habló además de «favoritismo» y de «amiguismo», que no siempre beneficiaban a los mejores, y acabó exigiendo para el artista la máxima libertad, la rotura de las esclerotizadas