selo cierto. "Nunca estaba armado si no llevaba ropa de montar", me dijo. Pero de todos modos había previsto que lo estuviera cuando tomó la decisión de lavar la honra de la hermana. --Los muertos no disparan-- gritó. Pablo Vicario apareció entonces en la puerta. Estaba tan pálido como el hermano, y tenía puesta la chaqueta de la boda y el cuchillo envuelto en el periódico. "Si no hubiera sido por eso --me dijo Cristo